Por fin llegó el día de
volverse a poner las botas de monte después de un largo periodo de descanso. No
hemos madrugado pero los días ya no son tan cortos y las mediodías son muy
aprovechables. ¡Basta de excusas para salir a desempolvar las piernas!
Nos dirigimos a Orduña
por el puerto de la Barrerilla. Una vez en Orduña cogemos dirección a Burgos y
subimos el puerto que nos llevará a lo alto de los farallones. Al llegar a la
parte más alta, a la derecha sale un camino que lleva a un parking donde
dejamos el coche.
Desde el parking, tomamos
la pisa que parte de éste, la llamada “Senda Pozalagua”. La pista de gravilla
gorda. A los lados pinos y praderas. De vez en cuando dejamos la pista y nos
acercamos a la derecha a la valla protectora que rodea los cortes. El terreno
esta lleno de toperas.
En una de estas salidas
de pista divisamos una roca de formas que sugieren una cabeza, es la llamado
Pico del Fraile o “Praile buru” en euskera que quiere decir cabeza de fraile. Cuando llegamos cerca
del pico, hay un paso que traspasa la valla de protección y se divisa una senda
estrecha que desciende posiblemente hasta el pueblo de Tertanga. Este puede ser
un nuevo reto para otra ocasión.Salimos a la pista de
nuevo y en este punto pasamos a seguir la “senda de la Dehesa del Agua”,
enfrente las antenas de Peña Orduña y la Virgen de Orduña. Ha sido una gran
sorpresa ver la construcción de la Virgen, ya que tiene una edificación baja y
sobre esta se alza un árbol con sus ramas que abrazan a la Virgen. Sin duda ha
sido la sorpresa del día. No sé si desde abajo podría adivinar que dicha
construcción es una Virgen, siempre pensé que era algún tipo de antena o
depósito. En la peña los buitres planean majestuosos, el sol tiñe sus plumas de
dorado y es un espectáculo contemplarlos.
Seguimos con los cortes a
la derecha al lado de la valla y subimos hacia la siguiente cumbre, Solaere. En
su base hay una especie de lobera o grieta que quizá se utilizara para guardar
el ganado. Además colgada de la montaña
se puede ver una construcción verde que no hemos sabido de que se trata. Una
estela funeraria preside la puerta que lleva a la construcción. Enseguida
llegamos a la cima donde vemos el buzón y sacamos algunas fotografías que no
deberíamos publicar.
Aunque sopla el viento
frio, a esta altura incluso hay algún nevero, el día esta soleado y es un
placer seguir caminando hasta la siguiente cima. En quince minutos llegamos al
Solaiere. Aquí acaba nuestro paseo de hoy. La vuelta por el mismo camino con un
descansito para comer el bocadillo.
zapateAndo
domingo, 4 de marzo de 2018
viernes, 6 de enero de 2017
Monte Santiago
Ya era hora de orear un poco la sangre y
salir de paseo! La pereza es como una mala hierba; si no la quitas acaba
inundándolo todo. El antídoto, calzarse las zapatillas o las botas y sacudirla
con una buena caminata.
Esta vez, nos hemos acercado al Monte
Santiago. Una vez subido el puerto de Orduña, entramos en el parque por la
puerta principal y dejamos el coche en el tercer parking.Tomamos un camino que
nos lleva hasta el farallón a cuyos pies se encuentra Orduña. Mi tobillo cruje
y refunfuña sin parar los primeros kilómetros, después cuando ve que no
consigue nada, el dolor parece que se
difumina entre el sudor calentito de los pies y los paisajes agrestes.
Llegamos a un mirador donde tomaremos
otro sendero a la derecha paralelo al corte. Caminamos conversando con nuestras
neuronas, entre hayas y hojas, se mezclan ideas de trabajo, familia, planes de
futuro, yo que sé… De vez en cuando, dejamos a nuestras neuronas que jueguen un
rato juntas, enredandose en charlas jocosas en una lengua que sólo ellas
conocen. Se llevan bien. De vez en cuando, nuestros ojos se escapan entre la
hojarasca buscando preciados hongos para después encontrarse embelesados
diciendose “si la felicidad se vendiera a peso seríamos inmensamente ricos”.
Sin darnos cuenta, llegamos al mirador del Nervión desde el que en estas fechas
apenas cae un hilillo de agua que se nebuliza en la inmensa caida.
No podemos resistirnos a hacer algunas
fotos graciosas con las estatuas del lobo y de los cazadores gigantes de lobos.
Nos asomarnos a las trampas construidas para dar caza a este feroz animal.
Tras el paseo es tiempo de refrescar el
gaznate y alegrar el estómago en Orduña.
lunes, 2 de enero de 2017
La Peña | Vezdemarbán
En estas fiestas navideñas donde el
consumismo se dispara hasta sus últimas cotas, el nuevo año, 2017 nos ha
obsequiado con algo inmaterial, una estampa invernal tan fría como bella.
Partimos del pueblo, Vezdemarbán, cuando
todavía la niebla nos acompaña, baja,
pesada que cae escarchando cada brizna que se separa tan solo un milímetro del
suelo. Desde la calle Cinco Calles, en dirección San Pedro de Latarce,
caminamos dejando las dos primeras calles que salen a la derecha para coger la
tercera, un camino parcelario que sale a la altura de una granja de ovejas. Los
caminos agrarios se abren paso entre dos flancos de vegetación baja, juncos y
algunos cardos borriqueros cubiertos de un blanco níveo.
Poco a poco comienza a levantar la niebla
y ya nos deja vislumbrar un poco más alla de unos 30 metros. Los pocos mechones
de pelo que rebeldes se han escapado del gorro y del buff, ahora están
inmóviles, rígidos y cubiertos de escarcha. Avanzamos en el silencio, es como
si la imagen de la vida natural también estuviera congelada. Nada se mueve,
nada se oye. Tras dejar atrás otro camino que sale a la izquierda seguimos
adelante en linea recta.
Tras otra media hora, tomamos un sendero
que parte a la izquierda y comienza una leve subida hacia La Peña, un pequeño
otero donde hace años nuestros padres y abuelos iban a ver amanecer o
simplemente a merendar. La Peña que tiene una altitud de xxxx m. La ascensión
total es de XXX m. por lo que podeis imaginar que es un paseo que se podría
hacer casi a la pata coja, que es como voy yo desgraciadamente.
Al comenzar la leve subida la niebla
comienza a disiparse y nos descubre la cencellada más impresionante que
recuerdo. Los almendros desnudos y blancos, contrastan con el cielo cada vez más
despejado que va virando del blanco al azul. Cada bocanada de aire es un chute
de calma interior, de energía concentrada. Corremos con las cámaras de un lado
para otro para tratar de atrapar e inmortalizar lo efímero, de robarle al
tiempo a hurtadillas una imagen que quizás no volvamos a ver más.
Seguimos el camino que atraviesa el promontorio hasta descender por
un sendero estrecho al otro lado que nos lleva de nuevo a otro camino
parcelario. Una vez en él lo tomamos hacia la izquierda. Ahora el frio se hace
notar aún más, ya que el poco aire que circula nos da en la cara. Parece
mentira que el sol luzca radiante y no caliente apenas. Al llegar a la siguiente bifurcación tomamos
de nuevo a la izquierda y seguimos caminando hasta la siguiente intersección
donde tomaremos a la derecha para situarnos de nuevo en el camino de ida.
Pronto divisaremos la Iglesia de Arriba y
llegaremos de nuevo al pueblo, con las retinas rendidas ante tanta belleza.
miércoles, 10 de agosto de 2016
Colada Reginosa y piscinas de bolonia
Esta etapa circular de aproximadamente 12 kilómetros discurre por una vía pecuaria paralela a la costa gaditana, en el Parque Natural del Estrecho. Habíamos hecho un intento anterior en bicicleta, pero por estos terrenos arenosos es imposible progresar sobre dos ruedas... No en vano nos encontramos en los dominios de las dunas de Bolonia y Valdevaqueros.
La ida discurre de oeste a este, entre los poblados de El Lentiscal y Punta Paloma. De vez en el camino "principal" está atravesado por estrechos senderos que te llevan a la playa. Es un terreno de pino piñonero. En algún cartel se avisa que está prohibido recolectar los piñones, menester reservado a nativos con el correspondiente permiso. No obstante, como la recolecta ya ha se ha realizado en meses anteriores, Nuria no se puede resistir y se entretiene recogiendo algún que otro piñón. También está a punto de probar el fruto de un árbol local, aunque al final no se atreve.... Menos mal, porque después supimos que se trataba de una una manzana de Sodoma, altamente tóxica.
Llegamos a Paloma Baja, un poblado caótico, sembrado de señales de "prohibido todo"... Prohibido aparcar aquí, prohibido pasar por allá... Nos recuerda algunas "urbanizaciones" que han ido creciendo sin orden ni concierto y que, una vez se van de las manos, son imposibles de frenar...
Por fin bajamos a la playa de Punta Paloma (o de los Corrales), para regresar, esta vez por la costa, a nuestro punto de partida. Tras atravesar Cala Picacho llegamos a las denominadas Piscinas de Bolonia o Baños de Claudia. Se trata de unas formaciones de flish, donde hay puestos de terapias naturales, masajes y barros...
Bueno, y dejo de escribir antes de que nos lleve este maldito viento...
La ida discurre de oeste a este, entre los poblados de El Lentiscal y Punta Paloma. De vez en el camino "principal" está atravesado por estrechos senderos que te llevan a la playa. Es un terreno de pino piñonero. En algún cartel se avisa que está prohibido recolectar los piñones, menester reservado a nativos con el correspondiente permiso. No obstante, como la recolecta ya ha se ha realizado en meses anteriores, Nuria no se puede resistir y se entretiene recogiendo algún que otro piñón. También está a punto de probar el fruto de un árbol local, aunque al final no se atreve.... Menos mal, porque después supimos que se trataba de una una manzana de Sodoma, altamente tóxica.
Llegamos a Paloma Baja, un poblado caótico, sembrado de señales de "prohibido todo"... Prohibido aparcar aquí, prohibido pasar por allá... Nos recuerda algunas "urbanizaciones" que han ido creciendo sin orden ni concierto y que, una vez se van de las manos, son imposibles de frenar...
Por fin bajamos a la playa de Punta Paloma (o de los Corrales), para regresar, esta vez por la costa, a nuestro punto de partida. Tras atravesar Cala Picacho llegamos a las denominadas Piscinas de Bolonia o Baños de Claudia. Se trata de unas formaciones de flish, donde hay puestos de terapias naturales, masajes y barros...
Bueno, y dejo de escribir antes de que nos lleve este maldito viento...
domingo, 7 de agosto de 2016
Faro Camarinal y Playa del Cañuelo
Tras el intento fallido de llegar en bicicleta al paraje de Paloma Baja siguiendo la vía pecuaria denominada Colada de la Reginosa y tras intentar (otra vez sin éxito) bordear sin GPS el monte Camarinal por la senda del acantilado, probamos suerte con otra etapa más sencilla... Se trata de una etapa circular desde El Lentiscal hasta el Faro de Camarinal, visitando y disfrutando un ratito de la Playa del Cañuelo.
Partimos del apartamento a las 5 de la tarde,aprovechando que el viento de levante hacía imposible cualquier intento de tomar el sol plácidamente en la Playa de Bolonia. Partimos desde el parking de la entrada y tomamos la carretera CA-8202 que lleva al centro de visitantes de las ruinas de Baelo Claudia y al mirador de Camarinal. En una media hora llegamos al barrio alto, antigua entrada a la zona militar (aún se conserva la garita de vigilancia). A este punto también podemos llegar siguiendo una senda que discurre paralela a la playa y llega a la base de la Duna de Bolonia (ver el track). Seguimos por la misma carretera aproximadamente 1 km y tomamos un ancho camino de tierra que sale a la izquierda y que conduce a una finca particular que habrá que bordear por la izquierda, cruzando una cancela. Tras otra media hora de caminata y safari fotográfico entre eucaliptus, lentiscos, palmitos y enebros, llegamos a la Playa del Cañuelo. Tras sendos baños de sol y agua, nos dirigimos a las ruinas de un búnker y retomamos el camino que lleva al faro, ahora señalizado con marcas verdes y blancas. El panorama que se divisa desde el faro es espectacular. A un lado la Playa del Cañelo. Al otro, la playa de los Alemanes, en la urbanización Atlanterra, dentro del término municipal de Zahara de los Atunes. Dejamos para otro día en baño en Atlanterra y nos dirigimos ahora por otro ancho camino de tierra, la "senda oficial” del faro, hasta alcanzar el parking que está en la misma carretera que antes habíamos abandonado. Desde aquí existe la posibilidad de ascender por la carretera unos 100 metros para sacar unas bellas panorámicas desde el Mirador de Camarinal, pero eran casi las 21:00 y no era cuestión de quedarnos sin nuestros habituales chipirones a la plancha.
Partimos del apartamento a las 5 de la tarde,aprovechando que el viento de levante hacía imposible cualquier intento de tomar el sol plácidamente en la Playa de Bolonia. Partimos desde el parking de la entrada y tomamos la carretera CA-8202 que lleva al centro de visitantes de las ruinas de Baelo Claudia y al mirador de Camarinal. En una media hora llegamos al barrio alto, antigua entrada a la zona militar (aún se conserva la garita de vigilancia). A este punto también podemos llegar siguiendo una senda que discurre paralela a la playa y llega a la base de la Duna de Bolonia (ver el track). Seguimos por la misma carretera aproximadamente 1 km y tomamos un ancho camino de tierra que sale a la izquierda y que conduce a una finca particular que habrá que bordear por la izquierda, cruzando una cancela. Tras otra media hora de caminata y safari fotográfico entre eucaliptus, lentiscos, palmitos y enebros, llegamos a la Playa del Cañuelo. Tras sendos baños de sol y agua, nos dirigimos a las ruinas de un búnker y retomamos el camino que lleva al faro, ahora señalizado con marcas verdes y blancas. El panorama que se divisa desde el faro es espectacular. A un lado la Playa del Cañelo. Al otro, la playa de los Alemanes, en la urbanización Atlanterra, dentro del término municipal de Zahara de los Atunes. Dejamos para otro día en baño en Atlanterra y nos dirigimos ahora por otro ancho camino de tierra, la "senda oficial” del faro, hasta alcanzar el parking que está en la misma carretera que antes habíamos abandonado. Desde aquí existe la posibilidad de ascender por la carretera unos 100 metros para sacar unas bellas panorámicas desde el Mirador de Camarinal, pero eran casi las 21:00 y no era cuestión de quedarnos sin nuestros habituales chipirones a la plancha.
martes, 19 de julio de 2016
Collado del Infierno e ibón de Tebarray
Hoy tocaba recorrer la parte del GR11 que discurre entre los refugios
de Bachimaña y de Respomuso… Una etapa accesible si no fuera por el maldito
collado de Tebarray... Hablamos con los responsables del refugio de Bachimaña… Uno nos animó a
intentarlo… Otro, a mi modo de entender más cauto, nos dijo que la cosa no era lugar para ensayos…
Aunque al final acordamos que lo mejor era llegar al collado, verlo y decidir sobre la marcha, creo que yo ya tenía decidido de antemano que no iba a intentarlo... Además, con estampas tan espectaculares como esta de los Infiernos, yo ya daba por amortizado el día...
Aunque al final acordamos que lo mejor era llegar al collado, verlo y decidir sobre la marcha, creo que yo ya tenía decidido de antemano que no iba a intentarlo... Además, con estampas tan espectaculares como esta de los Infiernos, yo ya daba por amortizado el día...
Habíamos desayunado a las 7,30 para comenzar a patear a las 8,30. Por contratiempos ajenos a nuestra voluntad, tardamos casi una hora en recorrer la margen occidental del embalse de Bachimaña y llegar
al Llano de la cascada de los Azules…
En ese llano, intersección de los caminos que llevan a Respomuso, Puerto de Marcadau y Bramatuero, una marmota nos increpó repetidamente desde una roca… Yo creo que intentaba decirnos que no era buena idea cruzar el collado de Tebarray…
En ese llano, intersección de los caminos que llevan a Respomuso, Puerto de Marcadau y Bramatuero, una marmota nos increpó repetidamente desde una roca… Yo creo que intentaba decirnos que no era buena idea cruzar el collado de Tebarray…
Llegamos al espectacular paraje del ibón Azul inferior, con los picos del
Infierno al fondo. A pesar de que la rodilla de Eduardo no tenía su mejor día, decidimos
continuar… Llegamos al Azul superior…
Y ya que estábamos allí, ¿por qué no practicar con el piolet y los crampones remontando la pala que nos separaba del collado del Infierno? Dicho y hecho… Doloridos cada uno en sus partes y golpeados por el calor,
remontamos la pala...
Y llegamos al collado, donde nos dimos un atracón mientras contemplábamos el lago Tebarray y su maldito collado, desde donde llegaban algunos intrépidos que lo habían atravesado con cara de no haberlo pasado muy bien…
Como estaba previsto, decidimos regresar al refugio de Bachimaña… Y el descenso hasta el Llano de la cascada de los Azules fue un calvario…
Y llegamos al collado, donde nos dimos un atracón mientras contemplábamos el lago Tebarray y su maldito collado, desde donde llegaban algunos intrépidos que lo habían atravesado con cara de no haberlo pasado muy bien…
Como estaba previsto, decidimos regresar al refugio de Bachimaña… Y el descenso hasta el Llano de la cascada de los Azules fue un calvario…
Menos mal que en este spa natural nos refrescamos y descansamos lo necesario como para proseguir el camino… Tanto que Nuria se atrevió a animarse a descender hasta el aparcamiento de Baños de Panticosa…
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lunes, 18 de julio de 2016
Ibones de Bachimaña y Bramatuero
La verdad es que en un refugio no hay mucho que hacer (es la mejor forma de no distraerse con nada y dedicarse a contemplar el entorno, que a la postre es el objetivo de estas escapadas...), por lo que una vez reposados decidimos hacer otra minietapa por los alrededores del refugio... Preparamos una mochila con lo imprescindible y comenzamos a zapatear por parte del camino que al día siguiente nos llevaría hasta el collado del Infierno.
Tras superar el embalse del refugio, llegamos al ibón superior de Bachimaña…
¡Espectacular!
Al final del ibón, cruzamos el río por el paso de piedras que hay junto al poste de señales. Tomamos a la derecha para ascender unos metros por el camino del Puerto de Marcadau (o de Panticosa).
En cuestión de un centenar de metros, abandonamos el camino y tomamos una senda hacia la derecha que nos llevará a la presa del embalse de Bramatuero, no sin antes poner nuevamente a prueba nuestro equilibrio cruzando más barrancos.
Tras merodear un rato y fotografiar algunas de las especies animales que habitan Bramatuero, iniciamos el regreso por la otra orilla del ibón de Bachimaña.
La senda comienza en un antiguo refugio ubicado a las orillas del ibón… Entramos para husmear un poco… Nada nuevo, tres colchones apolillados, unas botellas vacías y un par de taquillas cerradas a cal y canto…
Al final del ibón, cruzamos el río por el paso de piedras que hay junto al poste de señales. Tomamos a la derecha para ascender unos metros por el camino del Puerto de Marcadau (o de Panticosa).
En cuestión de un centenar de metros, abandonamos el camino y tomamos una senda hacia la derecha que nos llevará a la presa del embalse de Bramatuero, no sin antes poner nuevamente a prueba nuestro equilibrio cruzando más barrancos.
Tras merodear un rato y fotografiar algunas de las especies animales que habitan Bramatuero, iniciamos el regreso por la otra orilla del ibón de Bachimaña.
La senda comienza en un antiguo refugio ubicado a las orillas del ibón… Entramos para husmear un poco… Nada nuevo, tres colchones apolillados, unas botellas vacías y un par de taquillas cerradas a cal y canto…
Tras media hora de recorrido, nos dimos un buen baño... Bueno, en realidad nos mojamos un poco los pies y los sobacos...
Después nos encontramos con el premio de tener que superar un acantilado equipado con un cable… ¡y nosotros sin nuestro kit de ferrata!
Después nos encontramos con el premio de tener que superar un acantilado equipado con un cable… ¡y nosotros sin nuestro kit de ferrata!
Finalmente, ya en las inmediaciones del refugio, y tras habernos metido
otros 450 m. de desnivel, nos acercamos a lo que creíamos que era un sumidero del
embalse, aunque en realidad es una pequeña central hidroeléctrica instalada
para cubrir las necesidades del refugio.
Una vez en el refugio, tocaba ducha, caña, candy crash y cena de rancho…
Luego a la cama en compañía de dos americanos de Boston y de dos catalanes del
valle de Nuria… En contra de todo pronóstico y desmintiendo el tópico, a la
noche, ausencia de ronquidos y de flatulencias.
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